La energía ni se crea ni se destruye, sino que se transforma y nada mejor que la cadena trófica para argumentar esta ley de la conservación de la energía. En esta serie, hemos podido comprobar
como los consumidores cuaternarios de esta cadena, es decir los necrófagos, se han alimentado de un consumidor primario, un herbívoro (en este caso una oveja) y han realizado la transferencia de
energía hasta convertirlo en puro hueso. Dicho proceso termina de la misma manera con la que se inició, con el solitario alimoche, como primer y último buitre
en comenzar y finalizar la carroñada, tras la marcha de los buitres negros y leonados. Ahora le toca el turno al último nivel de la cadena alimentaria, a los descomponedores, que
realizarán su trabajo degradando la materia orgánica.
Parque Nacional de Monfragüe, Extremadura, España
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