Si de por sí, el otoño es la estación más fotogénica desde el punto de vista paisajístico en el que el bosque de árboles de hoja caduca, es el protagonista principal, adentrarte en un hayedo durante la transición del otoño al invierno, tiempo efímero en el que las hayas (Fagus sylvatica) aún conservan algunas hojas amarillentas y rojizas en las ramas, mientras que otras ya han caído o van cayendo y se producen las primeras nevadas que cubren el suelo de un blanco manto, genera la sensación de ser testigo de un momento único y personal, casi como ser el primer ser en llegar a un enclave natural aún sin descubrir. Esta misma sensación fue la que experimenté cuando me adentré, a primera hora de la mañana, en el hayedo de la Pedrosa, en la provincia de Segovia de la Península Ibérica, sabiendo que esa misma noche se produjo la primera gran nevada en la zona. El escenario se presentaba ante mí como múltiples cuadros impresionistas con inspiraciones a estampas de jardines japoneses, donde, mirase donde mirase, era un digno motivo para ser inmortalizado en fotografía. Fueron unas 3 0 4 horas que dieron mucho juego, ya que, como comenté anteriormente, este espectáculo duró hasta que el sol subió y comenzó a derretir la blanca nieve.
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